Tejer no es tendencia, es memoria
Hay momentos en la moda donde el aplauso no es por la extravagancia ni el show, sino por la verdad que se ve desfilar. Y eso fue exactamente lo que se vivió frente a la pasarela de Tejidos Rebancá en Cali Distrito Moda 2025. No era solo una colección de ruanas, era un manifiesto textil, un viaje a través del tiempo, un recordatorio cálido de que la moda también puede ser raíz, resistencia y renacer.
En un evento que reunió a más de 100 diseñadores de todo el continente, donde lo urbano y lo global coqueteaban sin pudor con lo artesanal y lo local, Tejidos Rebancá se paró firme, sin pretensiones ni artificios. Su propuesta, tejida con lana de oveja de Iza Boyacá, habló más fuerte que cualquier discurso, habló en idioma madre, con tintes naturales de nogal, ruda y acacia, con una estética que no negocia su identidad.
En un mundo donde lo artesanal muchas veces es consumido como decoración, Tejidos Rebancá nos obligó a hacer una pausa, nos mostró que detrás de cada pieza hay una mujer o un hombre del altiplano CundiBoyacense, que sujeta una aguja como quien sujeta la historia de su pueblo. En un sistema que empuja a la inmediatez, aquí se defiende lo lento, lo que no pasa de moda porque nunca intentó estar en ella. Su desfile fue silenciosamente poderoso. No necesitó beats estridentes ni coreografías teatrales, bastaron modelos diversos —auténticos como las piezas que llevaban— y un ritmo que invitaba a mirar con atención, a tocar con los ojos, a imaginar con el corazón.
Puede parecer paradójico que una marca tan profundamente artesanal tenga el 90 % de sus ventas en línea, pero Tejidos Rebancá no le teme al futuro lo navega desde sus bases, ha entendido que para sobrevivir no necesita disfrazarse de modernidad, basta con ser fiel a su esencia y usar la tecnología como puente, no como disfraz.
La ruana, ese símbolo Boyacense tantas veces subestimado, se convierte aquí en una pieza de moda global, no porque haya sido rediseñada para parecer europea, sino precisamente porque se ha mantenido fiel a su origen, y eso en tiempos de imitación masiva, es subversivo.
En tiempos de tanto ruido visual, ver una ruana avanzar con paso firme es como un susurro que se queda contigo, y quizás eso es lo que más necesitamos hoy: moda que no olvide de dónde viene. Moda que abrace. Moda que haga sentido.
Presenciar esta fabulosa pasarela no fue solo un placer estético, fue una reconciliación entre lo urbano y lo rural, entre el “fashion” de revista y el “vestir” con propósito. Fue una afirmación de que la moda no tiene que venir de París para ser sofisticada, ni de Nueva York para ser contemporánea, y que la inclusión no es solo diversidad corporal o estética —aunque eso también importa—; la verdadera inclusión es abrir la puerta a otras narrativas, otras velocidades, otras formas de hacer moda.
Tejidos Rebancá nos dejó preguntas: ¿cómo consumimos moda? ¿Desde dónde se construyen nuestras ideas de “belleza”? ¿A quién estamos dejando fuera cuando hablamos de “tendencias”?
Y también nos dejó certezas: que una prenda tejida con paciencia y convicción puede emocionar más que cualquier prenda de pasarela viral. Que la moda latinoamericana tiene alma, cuerpo, tierra y, que hay marcas —como Tejidos Rebancá— que no solo visten: nos reconectan con lo que somos.