“Mi diseño es conceptual. Si eliminamos todo lo superfluo llegamos a la conclusión de que la moda ha de ser cómoda: cómoda para el cuerpo y para la mente”
Con más de cuatro décadas delirando en color y forma, Ágatha Ruiz de la Prada se ha erigido como un símbolo rompedor del sistema estético vigente. En su desfile inaugural en Cali Distrito Moda, celebrado el pasado 25 de junio en la imponente Catedral de Palmira, la diseñadora no solo presentó un desfile, sino un manifiesto visual que hizo vibrar a más de 1.500 espectadores.
Ágatha cultivó una sensibilidad creativa desde muy joven, formada en la Escuela de Artes y Técnicas de la Moda en Barcelona; en 1981 irrumpió en pleno apogeo de la Movida madrileña —un movimiento cultural punzante— y desde entonces ha cultivado un estilo único lleno de corazones, estrellas y bloques de color pasando del pop urbano a icono global.
De allí en adelante, su propuesta, cargada de color, volumen y símbolos optimistas (corazones, estrellas, nubes), ha corrido por pasarelas europeas y de América que incluyen ciudades como Milán, París, Nueva York, Tokio, Bogotá y Cali. Su sello es un manifiesto contra el minimalismo y el negro: una apuesta por una moda cómoda, lúdica y terapéutica.
Hoy su marca está presente en más de 140 países, abarcando desde moda hasta objetos cotidianos, arte aplicado y licencias variadas . Su compromiso con la moda sostenible también ha sido destacado: materiales orgánicos, reciclados y uso prolongado, porque, como ella misma ha dicho: “la ropa hay que quererla, cuidarla o transformarla y reutilizarla”.
Pasarela en Cali: fiesta emocional y cultural. La apertura del evento contó con la intervención de Lina Cantillo, y fue Ágatha quien desató la euforia con un desfile que fue calificado como “un carnaval de formas volumétricas, corazones XXL, estrellas y bloques de color neón”. La propuesta fue recibida como una explosión de energía positiva, en sintonía con el tema central del evento: “En Movimiento”, reforzando el compromiso del festival con la moda inclusiva.
Ágatha Ruiz de la Prada no estuvo simplemente desfilando en Cali, fue a dejar una huella emocional. Su aparición en Distrito Moda 2025 fue más que un desfile, fue un acto de amor cromático, un llamado a la inclusión y una reivindicación de la moda como herramienta de cambio. En una época donde lo neutro predomina, su apuesta por la alegría y el color vivo se siente más subversiva —y necesaria— que nunca.
Ágatha ha insistido en que su estética no busca complacer a todos. Como ella misma dice: “Mi moda es muy difícil de entender… no pretendo que a todo el mundo le guste mi ropa”, lo que lleva a tener una filosofía creativa en color, autenticidad y democratización, aunque también defiende con pasión la democratización de la moda anotando que: “mi mayor ilusión es que en el sitio más lejano del mundo haya personas que han tenido prendas de Ágatha Ruiz: esa es mi gran ilusión de siempre, la democratización de la moda”.
Desde esa convicción, su propuesta apunta a la moda como herramienta de felicidad, libertad y empoderamiento, rechaza lo incómodo, defiende lo lúdico y apela a la sostenibilidad —no solo estética, sino ética— .